Dejamos de jugar.
El impulso básico que anima los
juegos tragicómicos en que nos
implicamos es la pretensión de
que hemos abandonado nuestro
Hogar, situándonos
imaginariamente fuera de él y
volviéndonos hacia nosotros
mismos para ponernos una cara
encima o para ponernos la
máscara de algún acto en
particular en beneficio de la audiencia. La cura fundamental consiste
en vernos a nosotros mismos en nuestro propio Hogar y vivir aquí sin
rostro, vivir desde dentro hacia el exterior, es decir, vivir para
expresar y no para impresionar. Lo que la gente haga con nosotros
es su problema, el nuestro es el Vacío y la gente que lo llena.
Para percibirlos como personas libres de juegos, sinceras, naturales y
reales, sólo tenemos que atender a la Nada aquí dejando que el
edificio -el desarrollo desde la Fuente Vacía aquí hasta sus efectos
locales en otras personas- se desarrolle por sí sólo. Interesarnos por
nuestra propia imagen equivale a expoliarla.
Proyectar deliberadamente un yo equivale a proyectar un yo falso.
Mientras vemos lo que realmente somos, estamos libres de juego,
pero cuando Lo obviamos, como mínimo estamos jugando el Juego
de la Cara, y muy probablemente, también alguno de sus derivados.
-Douglas Harding.
Publicado en www.viasincabeza.blogspot.com
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