William Turner

19 de enero de 2009

ZEN

Cuando se le preguntó a Joshu qué
era el Tao (o la verdad del Zen),
contestó:  "Tu  vida cotidiana,  eso
es el Tao".
En otras palabras,  una existencia que 
te pertenece y es tranquila, confiada en
sí misma y  fidedigna -esta es la verdad
del Zen, y   lo  que quiero  decir cuando 
menciono  al  Zen  es  preeminentemente práctico.
 El Zen apela directamente a la vida,  sin hacer siquiera referencia  al alma,  
a Dios,  ni a  nada que interfiera o  perturbe   el curso ordinario de  la vida. 
La idea del Zen es  captar la vida tal cuál ésta fluye. En el Zen no hay nada
extraordinario ni misterioso.
Levanto mi mano; tomo un libro del otro lado de este escritorio: oigo a los
niños   que  juegan   a   la  pelota   más   allá   de mi ventana...en todo esto
practico el Zen, vivo  el Zen.  No   es  menester   ninguna  discusión  verbal, ninguna explicación.  
 No sé  por  qué, ni  es  necesaria  la explicación, pero cuando sale  el sol todo  el mundo baila jubiloso   y  el corazón de   todos   se  colma de felicidad.  Si  el  Zen  resulta concebible debe ser captado aquí.

Dice Yengo:
"El Zen se presenta directamente ante tu rostro, y en este momento la
cosa toda se deposita ante tí. Para el inteligente una palabra bastaría
para convencerlo de su  verdad,  pero  incluso  entonces,  se deslizó el
error.   Mucho más   cuando   se confía a papel   y tinta,   se   libra   a
demostración verbal o sutileza lógica; entonces se desliza mucho  más
lejos de tí. La gran verdad del Zen la poseen todos. Observa dentro de
tu propio ser y no la busques a través de los demás.  Tu  propia mente
está  por  encima  de  todas  las  formas:  es libre,  quieta  y  suficiente,
eternamente se estampa en tus seis sentidos y cuatro  elementos.  Todo
se absorbe en su luz.
Acalla el  dualismo  de  sujeto  y  objeto, olvida  a ambos, trasciende el
intelecto,  sepárate  de  la  comprensión,  y   penetra  directamente y en
profundidad dentro de la identidad de la mente búdica; fuera de ésta no
hay realidades".

El Zen nada tiene que ver con cartas, palabras ni sutras. Sólo te pide
que captes directamente lo esencial y allí descubras tu pacífica morada.

D.T.Suzuki

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