William Turner

20 de marzo de 2010

LA MIRADA.

   Solo cuando la mirada
se abre al par de lo visible
se hace una aurora. Y se
detiene entonces aunque
no perdure y solo sea
fugitivamente, sin apenas
duración, pués que crea
así el instante.
 El instante que es al par indeleblemente uno y duradero.
La unidad, pues, entre el instante fugitivo e inasible y lo que
perdura. El instante que alcanza no ser fugitivo yéndose.
Inasible. El instante que ya no está bajo la amenaza de ser cosa
ni concepto. Guardado, escondido en la oscuridad propia, puede
llegar a ser concepción, el instante de concebir, no siempre
inadvertido.
   Y así, la mirada, recogida en su oscuridad paradójicamente,
saltando sobre una aporía, se abre y abre a su vez, "a la imagen
y semejanza", una especie de circulación. La mirada recorre,
abre el círculo de la aurora que sólo se dió en un punto, que se
muestra como un foco, el hogar, sin duda, del horizonte. Lo que
constituye su gloria inalterable.

-María Zambrano.

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