William Turner

18 de abril de 2009

Dejamos de jugar.

El impulso básico que anima los
juegos tragicómicos en que nos
implicamos es la pretensión  de
que hemos abandonado nuestro
Hogar, situándonos
imaginariamente fuera de él y
volviéndonos hacia nosotros
mismos para ponernos una cara
encima o para ponernos la
máscara de algún acto en
particular en beneficio de la audiencia. La cura fundamental consiste
en vernos a nosotros mismos en nuestro propio Hogar y vivir aquí sin
rostro, vivir desde dentro hacia el exterior, es decir, vivir para
expresar y no para impresionar. Lo que la gente haga con nosotros
es su problema, el nuestro es el Vacío y la gente que lo llena.
Para percibirlos como personas libres de juegos, sinceras, naturales y
reales, sólo tenemos que atender a la Nada aquí dejando que el
edificio -el desarrollo desde la Fuente Vacía aquí hasta sus efectos
locales en otras personas- se desarrolle por sí sólo. Interesarnos por
nuestra propia imagen equivale a expoliarla.
Proyectar deliberadamente un yo equivale a proyectar un yo falso.
Mientras vemos lo que realmente somos, estamos libres de juego,
pero cuando Lo obviamos, como mínimo estamos jugando el Juego
de la Cara, y muy probablemente, también alguno de sus derivados.

-Douglas Harding.
Publicado en www.viasincabeza.blogspot.com
Gracias.

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