William Turner

15 de abril de 2009


Los juicios del yo.

Es típicamente egoico
asociar la alegría con
resultados que el yo
califica de "satisfactorios",
pero esa alegría,
condicionada e incluso
amenazada por el hecho de no alcanzar los logros apetecidos, está -como el
propio yo- marcada por la  impermanencia.
El yo es un depósito ilimitado de etiquetas que coloca a cada hecho,
acontecimiento, circunstancia, objeto o persona..., y que, en último término,
se pueden reducir a dos: "agradable"/"desagradable". Cuando ocurre algo
que el yo califica de "agradable", aparecerá el bienestar; cuando por el
contrario suceda algo etiquetado como "desagradable", sucederá el enfado,
el miedo o la tristeza. El yo es siempre esclavo de sus etiquetas. 
No sufre por los hechos que acaecen, sino por la interpretación que
él hace de los mismos.
Mientras no hay etiquetas, no hay sufrimiento; se puede  aceptar todo. Por
el contrario cuando el yo emite un juicio negativo sobre cualquier realidad,
 la aceptación se vuelve imposible.
Ahora bien, sólo podemos dejar de etiquetar si tomamos distancia de
nuestra mente y de los pensamientos, -o sencillamente con tal de ser
conscientes de que estamos pensando-, empieza a abrirse un espacio
amplio alrededor de los pensamientos Ese espacio es consciencia-sin-
pensamiento-, no-juicio, descanso, estar...y tiene sabor de plenitud.
Por la consciencia venimos a la Presencia en la que permitimos que las
cosas sean como son, y experimentamos que ahí vive el Gozo permanente,
gratuito, no condicionado a nada.

Enrique Martínez Lozano.

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